Era lunes, y parecía que habían pasado varios días desde que chateó con aquella muchacha, sin embargo, se escribieron la noche anterior.
Andrés estaba deseando que pasasen las horas y acabaran las clases, para llegar a casa y conectarse al ordenador, para, finalmente, hablar con ella.
El chico no estaba muy animado, pues no podía abrazar a la persona guay con la que solía comunicarse diariamente, de forma virtual. Pero, derepente, pensó que, después de rellenar todos los exámenes de Selectividad, podría ir a visitarla a su ciudad natal.
Cuando cogió el autobús para volver a casa, como todos los días, recordó lo que dijo a Blues, así es como se llamaba la hermosa muchacha, "Cuando me aburro en el bus, me encanta contemplar los coches que pasan y los gestos de los conductores ansiosos por comerse los mocos", lo que provocó en su rostro una ligera sonrisa tonta.
Por fin llegó a casa, se lavó las manos, cogió el portátil de su cuarto, lo llevó a la cocina y mientras se encendía, él preparaba unos ricos spaguettis. Mientras tanto, se conectó a la red social con la que se comunicaba con Blues.
Es curioso ver como una persona es capaz de hacer sonreír a otro humano, aunque sea a través de una pantalla.
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