Crakeroner

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lunes, 21 de marzo de 2011

21 de Marzo de 2011

Era lunes, y parecía que habían pasado varios días desde que chateó con aquella muchacha, sin embargo, se escribieron la noche anterior.

Andrés estaba deseando que pasasen las horas y acabaran las clases, para llegar a casa y conectarse al ordenador, para, finalmente, hablar con ella.

El chico no estaba muy animado, pues no podía abrazar a la persona guay con la que solía comunicarse diariamente, de forma virtual. Pero, derepente, pensó que, después de rellenar todos los exámenes de Selectividad, podría ir a visitarla a su ciudad natal.

Cuando cogió el autobús para volver a casa, como todos los días, recordó lo que dijo a Blues, así es como se llamaba la hermosa muchacha, "Cuando me aburro en el bus, me encanta contemplar los coches que pasan  y los gestos de los conductores ansiosos por comerse los mocos", lo que provocó en su rostro una ligera sonrisa tonta.

Por fin llegó a casa, se lavó las manos, cogió el portátil de su cuarto, lo llevó a la cocina y mientras se encendía, él preparaba unos ricos spaguettis. Mientras tanto, se conectó a la red social con la que se comunicaba con Blues.


Es curioso ver como una persona es capaz de hacer sonreír a otro humano, aunque sea a través de una pantalla.



Miedo


Eran las seis de la mañana y tuve una pesadilla que no llego a recordar exactamente. Lo que sí recuerdo es que me desperté llorando y con un nudo en el estómago. Me pregunté qué es lo que sentía. Decidí quedarme un rato más sobre la cama para reflexionar sobre aquello que recorría cruelmente todo mi cuerpo como si del mar, en una tempestad chocando contra un acantilado se tratase.
Tras un rato tirado sobre las sábanas, húmedas a causa de mi sudor, me di cuenta de que tenía miedo. Miedo a no saber cuándo se acabará todo. Temía que me quedasen pocos días. Aún sigo sin saber de dónde salió tal atroz idea.

Uniendo piezas del puzzle de la vida, conseguí recordar aquello que hacía tiempo que soñé: Era la imagen de un niño, cuyos rasgos faciales me resultaban familiares, llorando sangre, con arrugas en la cara, como si el tiempo lo hubiese desgastado. 

Entonces encontré el significado de aquella pesadilla: Aquella imagen del niño que vi éramos todos nosotros. Y las arrugas en la cara eran marcas del paso del tiempo. Aquél sueño impactó en mí, pues me di cuenta de que tenía miedo, miedo a tener ochenta años y haber dejado que el tiempo viva por mí en vez de haber vivido, yo, mi vida.